Quisiera que fueras mío sin tener que disculparme por ello, quisiera poder besarte hasta que perdieramos el sentido y poder desmayarme en tus brazos sin sentirme como basura. Quisiera poder enredarte los dedos en el pelo, oler el humo de tu piel, recorrerte el cuello con la boca sin que me preocupara nada más que los sonidos que lograra arrancarte de la garganta. Pero no se puede, porque están esas malditas cosas que me observan desde los rincones, que me dirigen sus ojos acusadores y que me recuerdan las cosas por las que me debería alejar.
Si pudiera, me disfrazaría de una persona distinta, de una criatura totalmente diferente, una que pudiera quererte sin problema alguno. Y te conocería y volvería a amarte, engañaría al mundo, al tiempo y el espacio para no tener que vivir las decepciones y viviría solamente en los ratos que estuviera junto a ti. Tus suspiros serían mi aliento, tus besos mi alimento, el brillo de tus ojos mi sol, mi luna, mis estrellas. Me enterraría hasta lo más profundo del bosque de tu alma, me perdería, me olvidaría, dejaría ir todo rastro de mi ser hasta que de mí no quedara nada más que mi capacidad para amarte, más que la memoria de tus labios, de tus manos sobre mí. Dormiría tranquila bajo las estrellas, escondida en tu corazón, sintiendote en cada sitio de mi ser, envolviéndome, atravesándome, viviendo en mi misma escencia, y cuando despertara, no habría preocupaciones, culpas, segundos pensamientos o miradas de recriminación.
Pasarían los días, simplemente sintiéndote, disfrutándote, amando la idea de tu existencia y deleitándome con comprobar que eres una realidad. Me escondería en tu cuello y te quitaría el pelo que te cae sobre la oreja, susurrándote al oído “Amor, amor, no sabes cómo te quiero…”, arrullándote hasta que durmieras y frotándome contra la textura áspera de tus mejillas. Te acariciaría y besaría hasta conocer cada rincón, cada línea, hueco y curva, y cuando ya no hubiera nada que tocar, que mirar, que probar, cuando de ti ya no quedara nada, me dormiría feliz a junto a tu memoria, eternamente, para siempre, sin preocuparme porque la frialdad de un espejo me enseñara la lógica retorcida de este amor unilateral.
Cotilleos de hace poco